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¿Acuerdo fiscal en clave electoral?

El apoyo a la democracia como sistema político se ha estancado en América Latina; así lo revela el último informe de Latinobarómetro. De hecho, en El Salvador el apoyo a la democracia cayó 5 puntos porcentuales respecto a 2015. Por si fuera poco, 6 de cada 10 salvadoreños opinan que no les importaría tener un gobierno no democrático, toda vez resuelva los problemas económicos.

Esos datos no son cosa menor, pues que un país que ha sufrido regímenes autoritarios y lleva en los hombros de la historia uno de los conflictos armados más violentos del mundo piense esto, evidencia el hastío de la ciudadanía. Y cómo no, si el Informe Global de Competitividad muestra que es una ciudadanía que tiene que vivir en el país más violento del mundo; en el que la oportunidad que ofrece el mercado laboral, en el mejor de los casos, es el subempleo; en el que un mejor futuro para los hijos es migrar hacia los Estados Unidos, sabiendo que en el camino pueden perder la vida; y en el que cuando espera que la clase política esté a la altura para ser parte de la solución de los graves problemas estructurales, resulta que no lo está. Lo que la ciudadanía encuentra es un circo mediático lleno de políticos que hablan de alcanzar acuerdos que luego ellos mismos bloquean, que dicen representarla, pero gozan de privilegios ajenos a la realidad de la mayoría de ciudadanos, como estar protegidos con seguros médicos privados pagados con impuestos.

Es evidente que la brecha entre la ciudadanía y la clase política se acrecienta cada vez más. La legitimidad se ha convertido en un bien escaso, en un contexto en el que los partidos políticos ya iniciaron su campaña electoral. Arena por un lado buscando recuperar el poder a costa de lo que sea, donde no les importa que la crisis fiscal se agudice y que la población más vulnerable sea la más afectada, con tal de sacar rédito en las próximas elecciones.

Y por el otro, el FMLN que no hizo su tarea, acomodándose en el Gobierno sin empujar los cambios que se requerían: ¿cómo explicar que después de 7 años en el poder no hayan propuesto, si quiera, la implementación del impuesto al patrimonio, la evaluación de los privilegios fiscales o una agenda concreta de transparencia y rendición de cuentas? Hoy piensan solo en frenar la pérdida de votos.

Quizá sea porque Arena y el FMLN viven en una burbuja en la que ambos sienten representar a la sociedad salvadoreña. Probablemente ese el problema mayor: pensar que la democracia se reduce a reuniones a puerta cerrada entre ellos. No, las democracias modernas se construyen a partir del involucramiento del mayor número de voces de la sociedad, especialmente cuando se tiene en cuenta que más de la mitad de la población ha dejado de simpatizar con estos dos partidos, la mayor apatía política partidaria de la última década.

De no lograr un acuerdo integral que ponga en el centro las necesidades de la población, no será extraño que aumente el número de personas que prefiera un gobierno no democrático para resolver los problemas económicos. Así han surgido en el mundo los Trump y los Duterte.

Lo mejor para El Salvador es que ahora que estamos a las puertas del abismo fiscal, premie la cordura, se alcancen acuerdos que no se limiten a Arena y el FMLN, y se empiece a instituir el diálogo y la negociación como mecanismos para fortalecer la democracia y no para entorpecerla. Democracia que por cierto continuará incipiente mientras no contemos con una política fiscal en función de los derechos de las personas y no de los intereses de pequeños grupos de poder. Pero eso solo lo determinará la ciudadanía, especialmente la organizada, con su participación. Y si los partidos políticos piensan que el acuerdo fiscal se debe alcanzar en la lógica de que la campaña electoral ha iniciado, déjenme decirles que ambos han comenzado perdiendo.