
fmln

El apoyo a la democracia como sistema político se ha estancado en América Latina; así lo revela el último informe de Latinobarómetro. De hecho, en El Salvador el apoyo a la democracia cayó 5 puntos porcentuales respecto a 2015. Por si fuera poco, 6 de cada 10 salvadoreños opinan que no les importaría tener un gobierno no democrático, toda vez resuelva los problemas económicos.

No me refiero a la aritmética de A. Baldor, aquel libro con la portada de los hombres de la edad de piedra, aunque mucho estos hombres podrán parecerse a nuestro políticos, más bien me refiero a la perversidad detrás de los ajustes fiscales aritméticos contenidos dentro del “Acuerdo para solventar la liquidez urgente del Gobierno de El Salvador” presentado recientemente por el partido Arena.

La clase política salvadoreña ha desgastado las palabras «acuerdo fiscal». No porque se hayan esmerado por conseguirlo, sino porque este término ha sido utilizado para demostrar que la otra parte (Gobierno o partido de oposición) es quien se opone a alcanzarlo. No obstante, ahora que se aborda este tema, valdría la pena recordarles a los políticos para qué sirve la política fiscal.

Dos individuos van a cazar porque necesitan alimentar a su pueblo. Cada uno elige cazar un ciervo o una liebre, sin conocer que es lo que cazará el otro. Si uno de ellos quiere cazar un ciervo, deberá cooperar con el otro para poder tener éxito. Mientras que individualmente pueden decidir cazar una liebre, pero la liebre alcanza para menos gente que un ciervo.

Hace exactamente un año las discusiones sobre una posible reforma al sistema de pensiones, la inconstitucional en la aprobación de eurobonos por USD900 millones, la propuesta de aplicación de un tributo a la factura de los servicios de comunicación, las latentes dificultades fiscales y una cita con el oftalmólogo, fueron la fuente de inspiración para el título de mi columna de opinión, y dado que poco ha cambiado, me veo en la necesidad de escribir una segunda parte.