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Vivimos en una economía dual

Es evidente que no puede existir lo urbano sin lo rural y viceversa, pero esta distribución no debería de ser razón para la existencia de asimetrías. Cuando vivimos en la ciudad sobre todo en la capital, nos olvidamos que El Salvador va más allá de la urbanidad, olvidamos como muchos de los productos que tanto nos enorgullece llamar productos nacionales tienen su origen en lo rural, y solo pensamos en lo rural como la parte más afectada por el conflicto armado, la pobreza y la migración hacia Estados Unidos; pero lo seguimos viendo ajeno a nuestra realidad.

Una de las formas en que muchos sociólogos analizan este fenómeno, es a través del paradigma de la «economía dual», este fue propuesto por Sir Arthur Lewis en 1955, donde nos propone que las economías menos desarrolladas o subdesarrolladas se encuentran divididas por un sector moderno y otro tradicional. El sector moderno, corresponde a la parte más desarrollada de la economía, se asocia a la vida urbana, a la industria y al uso de tecnologías avanzadas. El sector tradicional se asocia con la vida rural, la agricultura e instituciones y tecnologías «atrasadas». Esto no dista mucha de la forma en que podríamos describir la realidad de nuestro país. Existen muchos cuestionamientos para poder afirmar la teoría de Lewis, a continuación intentaré dar dos de los que a mi parecer son los más relevantes.

Primero debemos de reconocer sí esta forma de división le beneficia a algunos. Es evidente que los grandes dueños de las tierras aprovechan la condición de mano de obra poco calificada para pagar salarios bajos, pero esto llega al punto en que los salarios agrícolas (USD118.20) son la mitad de los ofrecidos al resto de sectores de la economía (USD251.70). Con lo cual se logra que la población rural se mantenga en el círculo vicioso de la pobreza, busque migrar a la ciudad o hacia Estados Unidos como escape, y el dueño de las tierras saque la mayor ganancia posible. Es por eso que una revisión de los salarios agrícolas, la búsqueda de una mayor acceso a los mercados e industria es necesaria para el desarrollo de lo rural y la dignificación de su trabajo.

Segundo, ¿cuál ha sido el enfoque del Estado para atender a la población rural? En principio debería de dirigirse a buscar un proceso en el cual la población del sector tradicional poco a poco pasara a tener estudios y cualificaciones. De esta forma se promovería una mejora en la producción agrícola, un nivel mayor de emprendimientos y por tanto un mayor dinamismo del área rural. Sin embargo, el país nos cuenta otra historia. De acuerdo a la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2014, 4 de cada 10 salvadoreños viven en el área rural. De estos 4 únicamente 1 logra cursar su bachillerato, no por falta de cobertura de centros de estudios, sino por falta de recursos y muchos otros por falta de interés, dado que con o sin estudios no podrán tener acceso a una remuneración digna. Logrando que los años de escolaridad sean menos de la mitad (4.9) que en el área urbana (7.8).

No podemos menospreciar los esfuerzos del Estado para brindar de servicios básicos al área rural, muchos de estos juntos a las transferencias condicionadas, hacen la diferencia en muchas de las familias que de lo contrario solo verían una mayor socavación en su nivel de vida. Estas acciones se engloban dentro de la política fiscal, pero mientras en nuestro país esta sea débil y con bajo margen maniobra para realizar nuevas acciones para asegurar la democracia y la gobernabilidad, no se podrán realizar esfuerzos para equiparar las condiciones entre ambas áreas, y por tanto no podremos asegurar la construcción y el desarrollo de una sociedad equitativa. 

Esta columna de opinión se publicó originalmente el  19 de noviembre de 2015 en Diario El Mundo de El Salvador