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Migrar por decisión, no por necesidad

Soy migrante. Lo soy desde hace varios años, desde que me fui a estudiar gracias a la beca de una universidad pública en el extranjero; terminé mis estudios, regresé al país, me alegré de estar de nuevo en mi casa con mi familia. Pero mi camino profesional me llevó nuevamente fuera de El Salvador, con un trabajo que me permite poner en práctica lo aprendido y venir constantemente a mi país. El hecho de que mi trabajo tenga sede en Guatemala tiene la gran ventaja que estoy a unas horas de distancia de casa, y quizás esa cercanía es la que a veces me impide auto identificarme como una migrante. Pero lo soy. Soy una migrante. Soy perfectamente consciente que, a diferencia de la mayoría de las personas que emigran de nuestro país, yo lo hice en condiciones privilegiadas. En primer lugar, tuve la oportunidad de decidir si quería emigrar o no, pude valorar los pros y los contras, en ningún momento tuve que emigrar porque no tenía otra alternativa, nadie amenazó mi vida o la de mi familia y me obligó a abandonar mi hogar. Las condiciones en las que migré también fueron privilegiadas, mi vida no estuvo en las manos de coyotes, narcos o policías corruptos, no tuve que cruzar un río o subirme a un tren para alcanzar mi destino. En mi país de destino no me enfrenté a políticas migratorias inhumanas, jamás me separaron de mi familia o me encerraron en una jaula.

Pero lamentablemente, mi experiencia es la excepción, no la regla. En El Salvador, miles de abuelos, madres, hermanas, tíos, hijas, sobrinos tienen que migrar porque es la única alternativa que tienen para mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias, en varios casos porque es la única vía para evitar ser víctimas de la violencia y salvar sus vidas. Para muchos salvadoreños y salvadoreñas migrar se ha convertido en una necesidad.

Esa necesidad es producto de la incapacidad que todos nuestros gobiernos han tenido para solucionar la carencia de oportunidades económicas y la violencia propias de un modelo económico que no genera una transformación productiva, ni suficientes empleos ni muchos menos un piso de protección social que garantice el bienestar y la paz social. Pero además de fallarle a sus personas y expulsarlas, el Estado salvadoreño ha sido incapaz de velar por sus derechos como migrantes, a la fecha la política exterior salvadoreña se caracteriza por un silencio cómplice ante políticas migratorias inhumanas como la estadounidense, que reiteradamente vulnera la dignidad de los y las compatriotas que emigran, incluyendo a niños y niñas que cada día son separados de sus madres y padres, para ser enjaulados en centros de detención.

La única forma en que las personas no se vean obligadas a migrar es que nuestro país les ofrezca oportunidades de tener una vida plena; que el Estado sea capaz de garantizarles un mínimo de bienestar y derechos básicos como la educación, la salud y la protección social.  Pero para ello es necesario transformar la política fiscal, empezando por reconocer que el objetivo de esta no es alcanzar la mera estabilidad macroeconómica, sino garantizar los derechos de las personas y constituirse en la vía prioritaria para enfrentar los crecientes problemas y rezagos sociales que obligan a las personas a migrar. Como parte de esta transformación será indispensable blindar el gasto público social, que incluye áreas fundamentales como salud y educación, ya que en los últimos años se ha reducido constantemente, pasando de 9.4% del PIB en 2014, a un 8.9% en 2018.

 Ojalá que el tipo de política fiscal que impulse el actual gobierno sea una que, a diferencia de los gobiernos anteriores, busque garantizar los derechos de las personas, principalmente el derecho a no migrar, el derecho a tener una vida digna en el país que les vio nacer. Ojalá el nuevo gobierno esté a la altura de las expectativas y siente las bases para construir un país en el que si las personas migran sea por decisión, en condiciones que no atenten contra su integridad, pero no porque migrar sea la única alternativa de un futuro mejor.


 

Lourdes Molina Escalante

Economista sénior

Icefi

@lb_esc