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Serpientes y escaleras

Tiras los dados y avanzas en el tablero, y si eres alguien virtuoso y la fortuna te sonríe caes en una escalera que te llevará más alto; o si llevas una vida de vicios te atrapará una serpiente que te hará retroceder. Esa es la lección moral básica detrás del juego de serpientes y escaleras, que desde hace mucho tiempo busca ser una metáfora sobre la vida; llena de alto y bajos, pero más que una cuestión de suerte, aquello que siembras es lo que cosecharás.

La forma en la que se realiza la gestión pública de los países tampoco se escapa de dicha metáfora. Al hacer esto, entonces podemos plantear que una decisión que busca beneficiar a la sociedad en su conjunto, y que al mismo tiempo toma en cuenta la mayoría de voces, desembocará en un accionar virtuoso de la gestión pública, que nos llevará a un mejor destino como nación. Por tanto, estaríamos subiendo una escalera; y continuando con los proverbios populares: las cosas buenas únicamente pueden atraer más cosas buenas. Si invertimos en nuestros jóvenes, podemos esperar que estos se conviertan en personas con proyectos de vida plenos en su vida adulta. Cuando protegemos nuestros recursos naturales, las generaciones futuras podrán disfrutar de los beneficios de estos. Al preocupamos por lograr el bienestar de toda nuestra población, podríamos encaminarnos a la senda del desarrollo sostenible.

Por el contrario, cuando las decisiones sobre el quehacer del Estado buscan beneficiar únicamente a una minoría —sea esta una elite económica, un gremio de profesionales o un sindicato—, carecen de visión, y no aportan a la construcción de sociedad, hacen que caigamos en los colmillos de una serpiente que nos hace retroceder. La corrupción en lo público deja desprotegidos a los más necesitados de nuestra población. La permanente pugna entre dos facciones políticas, retrasa las posibilidades de avanzar en la agenda de país. La negligencia para atender problemas en su debido tiempo, hace más difícil que se encuentren las soluciones, y se vuelven más perjudiciales para la sociedad (situación fiscal, sistema de pensiones, pobreza, violencia, entre otros).

Entonces al preguntarnos ¿por qué nuestro país no avanza? Es porque seguimos dejando el rol del Estado al azar y la fortuna, y porque al mismo tiempo obtenemos lo que cosechamos. Por citar algunos ejemplos significativos: le damos educación mínima a nuestros jóvenes y esperamos tener la suerte de que no se vuelvan pandilleros; jugamos a la lotería dando incentivos fiscales a las empresas esperando que estas generen empleos -ni siquiera dignos-; le apostamos a una clase política que sigue buscando el beneficio propio y el de la minoría detrás de ellos, mientras que dejamos a su suerte a cada compatriota que decide emigrar ilegalmente al extranjero.

Como cualquier otro país, el desarrollo puede tener altos y bajos pero en el nuestro ya no podemos seguir dejando el resultado a la suerte. Siempre habrá más de una serpiente que sortear, pero con un Estado efectivo en la búsqueda del bien colectivo, con buenas prácticas en las políticas públicas, podemos eliminar parte de la incertidumbre y buscar únicamente caminar hacia adelante. En las condiciones actuales, parece que es un largo camino hacia la cima, pero eso no debe impedir que como sociedad exijamos que se comiencen a dar los primeros pasos.