Quisiera vivir ahí
Me encantaría vivir en el país que los funcionarios salvadoreños describen en sus declaraciones y presumen en redes sociales.
Sería feliz si las decisiones gubernamentales estuvieran encaminadas a sentar las bases para un futuro más próspero, inclusivo, seguro y sostenible. En lugar de eso la preocupación, indignación y desesperanza se profundizan con cada nuevo anuncio del Ejecutivo o con cada iniciativa de ley en el Legislativo.
Hace una semana, la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Legislativa dictaminó favorablemente la Ley de Agentes Extranjeros, bajo el argumento de promover mayor transparencia y reducir la corrupción. Lamentablemente el articulado del proyecto de ley no refleja eso, en cambio constituye un instrumento legal ambiguo y discrecional, que en un contexto de irrespeto del estado de derecho y debilitamiento de la institucionalidad democrática, únicamente servirá para restringir, ahogar financieramente, perseguir y criminalizar el quehacer de organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil que critiquen, cuestionen o contraríen el discurso oficialista. La misma estrategia que el régimen Ortega-Murillo utiliza en Nicaragua. Con una ley de esta naturaleza se eliminarían espacios de participación ciudadana, se restringiría la defensa de los derechos humanos, pero sobre todo, se afectaría a las personas que ante la ausencia de un Estado efectivo, dependen de bienes y servicios prestados por proyectos de cooperación internacional ejecutados por oenegés o sociedad civil.
En el marco de Bitcoin city también se espera que El Salvador emita bonos de deuda soberana en bitcóines por un valor de USD 1,000.0 millones, el destino de estos recursos aún es ambiguo, algunos señalan que se utilizarían para la fundación de la ciudad, y otros para la construcción de infraestructura para minería de bitcóin. Independientemente de ello, representan una socialización de los riesgos y los costos de los proyectos del Ejecutivo.
Al respecto de los bonos bitcóin, no se debe descartar la posibilidad de que ese anuncio obedezca a la no concreción del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la necesidad de buscar financiamiento. Desde el Ejecutivo, especialmente desde el Ministerio de Hacienda, ese acuerdo se ha estado esperando como agua de mayo desde inicios de año, pero lo único que se ha recibido hasta el momento ha sido un comunicado de cierre de misión del Artículo IV.
A estas alturas dudo mucho que cualquier anuncio que se haga desde el gobierno se realice con base en estudios o evaluaciones técnicas, lo único que importa es tener suficiente material para la propaganda. Insisto, de verdad me encantaría vivir en el país que describen los funcionarios, porque así no me preocuparía de que en la realidad los y las salvadoreñas terminemos viviendo en una sociedad no democrática, donde todos y todas debamos asumir los costos y las consecuencias de varias fiestas a las que ni siquiera nos han invitado.
Lourdes Molina Escalante // Economista sénior / @lb_esc
Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo, disponible aquí.