

Ganar la elección fue la parte fácil
La campaña electoral terminó. El domingo Nayib Bukele, candidato del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana), fue electo Presidente de la República para el período 2019-2024. De acuerdo con los resultados preliminares del Tribunal Supremo Electoral, Bukele ganó las elecciones con casi 1.4 millones de votos, equivalente al 53.03% de los votos válidos, es decir, más votos que sus tres contrincantes juntos; y lo que le convierte en el aspirante presidencial que ha recibido más votos en una primera vuelta electoral. Sin embargo, algo que no deja de ser alarmante es el alto porcentaje de abstencionismo, uno de los más altos desde la firma de los Acuerdos de Paz. Esto no es un dato menor, en un país donde apenas solo el 28% de su población confía en el régimen democrático y sus instituciones, de acuerdo con el Latinobarómetro.
Es evidente que el Presidente electo goza de la confianza de la mayor parte del electorado y tiene la oportunidad de reconstruir la confianza de las personas en un sistema democrático. Pero ganar una elección, a pesar de su particular complejidad, es solo el principio. La población ya depositó su confianza. Ya no hace falta atacar al oponente y tratar de convencer sobre las virtudes propias. Ahora hay que demostrar y cumplir con las promesas de campaña. Las expectativas sobre la próxima gestión son altas y la realidad del contexto que enfrenta el país es muy compleja.
Hay muchos factores que incidirán en el éxito, o no, del próximo gobierno. Una de las condiciones claves será la conformación del gabinete de gobierno, es decir, la selección de las personas encargadas de liderar cada una de las instituciones del Ejecutivo y que serán los responsables de diseñar e implementar las políticas públicas que permitan concretar las propuestas del Plan Cuscatlán. En otros países, la presentación del equipo de trabajo es un factor clave durante el período de campaña, pero en el caso salvadoreño, a la fecha se desconoce quiénes serán sus integrantes. Será crucial que el Presidente electo “haga historia” seleccionando a hombres y mujeres idóneas, con base en el conocimiento y experiencia, pero también en la honestidad y la probidad, abandonando la vieja práctica de nombramientos como pago por favores políticos. Ese debería ser el inicio para desmarcarse de los “mismos de siempre”.
Otro de los grandes retos será la negociación y el establecimiento de alianzas políticas. El futuro partido oficial, apenas tiene 10 diputaciones en la Asamblea Legislativa. Muchas de las propuestas contenidas en el Plan Cuscatlán dependen de la aprobación o modificación de legislación, por lo que le será inevitable acercarse a las diferentes fracciones legislativas. La pregunta ahora es ¿si ese acercamiento será con base en la transparencia y visión de país o si se negociará como lo hacían “los mismos de siempre” a la manera opaca de siempre? Respecto a esto, será también muy importante el rol de los partidos de oposición, una estrategia de bloqueo solo intensificaría el desencanto de la población hacia ellos. Por eso es importante que, si bien la oposición debe ser crítica y vigilante, también debe acompañar aquellas propuestas que sean en beneficio de la población.
Sin duda uno de los desafíos más grandes del próximo gobierno será el cómo lograr financiar lo que prometió. Porque sí, “el dinero alcanza cuando nadie roba”, pero sigue sin ser suficiente para cumplir todas las promesas de campaña. La clave para esto está en el propio Plan Cuscatlán: construir un pacto fiscal. Esta debería ser una de las prioridades del próximo gobierno. Para ello no es necesario esperar a la toma de posesión el próximo 1 de junio, desde este momento se debería empezar a crear las condiciones para construir dicho acuerdo. La aparente falta de apoyos en la Asamblea puede ser superada a través de procesos abiertos y participativos de negociación entre los diversos actores de la sociedad salvadoreña, asegurando una amplia participación de la sociedad civil y garantizándole un proceso transparente a la ciudadanía.
En síntesis, el principal reto del nuevo Gobierno es estar a la altura de las expectativas, cumplir las promesas de campaña, garantizar los derechos de todas las personas y poner la Administración Pública al servicio de toda la sociedad. Ganar una elección y celebrar fue la parte fácil, lo difícil y complejo será gobernar y hacerlo bien.
Esta columna fue publicada el jueves 7 de febrero de 2019 en el diario El Mundo