

Una falsa calma en lo fiscal
Mientras las pensiones ocupan el foco de atención de la discusión en el país, nos olvidamos que los problemas fiscales van más allá. Es difícil competir con un tema como este, que además es en buena medida fiscal –por el elevado endeudamiento generado y coste que estas representan- y por otra parte porque en dicha reforma se define en parte el rumbo de la seguridad social salvadoreña. Recalco en una parte, porque la actual reforma simplemente afecta a los trabajadores formales, dejando de lado a la mayoría de la población que no goza de este privilegio y sin embargo, con el pago de sus impuestos, ayuda a financiarlo. Pero de esto hablaremos en otra ocasión.
Recientemente tuve la oportunidad de analizar los resultados fiscales de 2015. Para aquellos que han tenido la oportunidad de hacer este ejercicio, se habrán dado cuenta que a pesar de que existe información disponible, uno de los principales problemas es saber qué datos utilizar. El Banco Central de Reserva (BCR) y el Ministerio de Hacienda (MH) siguen sin ponerse de acuerdo en sus cifras. Por tanto, si queremos facilitar la búsqueda de soluciones se debe realizar un esfuerzo para proporcionar información certera y transparente.
Para mi análisis, decidí por quedarme con los reportes de ejecución presupuestaria realizados por el MH. Mi primera impresión es que seguimos experimentado unas finanzas públicas enmarcadas por una falsa calma. La cual es producida por la ilusión de estabilidad fiscal derivada de cifras relativamente constantes en los niveles de endeudamiento, así como de los ingresos y gastos públicos. No obstante, lo que las cifras evidencian es el poco margen de maniobra que existe actualmente en el manejo de la política fiscal en El Salvador, y que de alguna forma obliga a las autoridades a adoptar estrategias más de supervivencia, que de profundización del desarrollo y bienestar de la población.
En lo particular, los ingresos fiscales no logran crecer al ritmo necesario para cerrar la brecha del crecimiento de los gastos. Los primeros crecieron un 3.4%, mientras que las erogaciones crecieron 8.0%, dejando como resultado un déficit fiscal que de acuerdo a este juego de cifras es del 1.1% del PIB, que no es insostenible, hasta que el BCR nos recuerda que existe otro resultado deficitario, en el que se incluyen pensiones, y que asciende a 2.95% del PIB.
Con lo que llegamos, a la que continúa siendo una de las principales preocupaciones de las autoridades y de la población: el nivel de la deuda pública. Esta ha mantenido un ascenso constante hasta alcanzar un estimado de 57.7% del PIB al final de 2015, incluyendo la deuda relacionada con el financiamiento del sistema previsional, y que ya representa el 13.3% del PIB, unos USD3,478.7 millones. Por supuesto si se excluyen dichos valores, de todas formas quedamos con un arriesgado nivel de 44.4% del PIB.
Sin entrar en mayor detalle en las cifras y enlazando con la actual discusión sobre la reforma de pensiones, nos damos cuenta que la búsqueda de soluciones sigue muy focalizada. Si bien resolver el problema del endeudamiento es sumamente importante., las necesidades de los salvadoreños son muchas, y llevamos desde 2011 sin lograr consenso para hacer reformas estructurales que busquen generar los ingresos suficientes para realizar acciones políticas que den certidumbre y esperanza a los salvadoreños. En tres meses se cumplirá el segundo año del actual Gobierno, marcando así un punto de inflexión en el tiempo. Las acciones que lleven a cabo determinarán si esta administración pública será recordada como un gobierno de “cambios” o, simplemente, como el Gobierno que utilizó la idea del necesario y masivamente esperado cambio como su eslogan de campaña.