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Lo público, imperceptible pero necesario

“La administración pública es el Estado en acción, el Estado como constructor”. Dicha frase es parte de la afirmación realizada por Marshall Dimock, buscando ilustrar cómo la administración pública es la expresión de un Estado en la búsqueda de atención a su ciudadanía. El 20 de diciembre de 2002, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 23 de junio como Día de la Administración Pública. Por tanto, no puedo dejar pasar la oportunidad de dedicar las siguientes líneas a reivindicar su importancia.

Queriendo entender lo que significa, encontré la siguiente definición que establece a la Administración Pública -caracterizada como la actividad del Estado- que tiene por objeto perpetuación y desarrollo de la sociedad. Dicho de otra forma podemos entender a la función estatal como la encargada de satisfacer los intereses (o necesidades) de la colectividad, denominados entonces, intereses o necesidades públicas, colectivas, generales o de interés común.

Consecuente con las definiciones anteriores, la misma Constitución de nuestro país, en su primer artículo, reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del Estado. Con lo cual se responsabiliza a los funcionarios y empleados públicos de estar al servicio de su ciudadanía; a las instituciones públicas de velar por el desarrollo del país, por la aplicación de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común.

Como podrán haber notado, sin su accionar nos encontraríamos ante estados fallidos, o meramente simbólicos. No por menos el mismo Saramago utiliza como recurso ilustrativo de sus novelas, a las mismas administraciones públicas tratando de reaccionar ante las situaciones más adversas. Algo que en cierta medida nosotros emulamos, cuando dedicamos nuestras críticas ciudadanas únicamente a las falencias de la misma. Escuelas con mobiliarios e instalaciones desgastadas, centros de salud desabastecidas de medicamentos y abarrotados de pacientes, casos judiciales apilados y traspapelados que, entre otras expresiones, forman parte de nuestras duras críticas.

Sin embargo, damos todo lo bueno de su accionar por sentado y dejamos de hacer notas positivas sobre la misma, pero eso no significa que no esté ahí y que no sea la responsable de darle trabajo a 126,916 personas, lo que representa el 4.8 % de la población ocupada. La misma brinda la oportunidad de recibir educación a 1,379,892 salvadoreños y salvadoreñas, entre todas las modalidades de estudio público. Y fue la responsable de atender a cerca del 74 % de aquellos que padecieron alguna enfermedad. Entre otros tantos ejemplos que de no ser por la administración pública, no tendrían oportunidades para su desarrollo. Haciendo que la misma sea la encargada de dar la equidad e igualdad de oportunidades en el país.

Es por eso que como ciudadanía tenemos la tarea pendiente de darle la importancia que se merece. Convertir nuestras críticas en planteamiento de solución a las falencias. De aportar con nuestros impuestos a la continuación y mejoramiento de su funcionamiento. De recordarle a aquellos servidores públicos que hacen de su cargo un medio para su enriquecimiento, que ellos se deben a la ciudadanía y no para hacer prevalecer sus propios intereses; pero sobre todo de aplaudir los esfuerzos de aquellos policías, enfermeras, maestros, abogados, técnicos, entre tantos empleados públicos que con su trabajo honrado aportan a la construcción de nuestra sociedad.

Esta columna fue publicada el 23 de junio de 2016 en diario El Mundo de El Salvador