

La receta fiscal debe cocinarse en casa
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha presentado sus sugerencias preliminares sobre lo que El Salvador debe hacer en materia fiscal. Qué bueno que son solo sugerencias. Al leer su comunicado, uno puede notar de primera mano el fuerte contenido de pragmatismo y rigurosidad técnica de corto plazo. Las soluciones propuestas buscan lograr una sanidad fiscal en el menor plazo posible; a través de mecanismos rápidos para generar recursos, contener el gasto y controlar el déficit fiscal así como frenar el crecimiento del endeudamiento. Es decir, generemos recursos para disminuir el déficit, pagar la deuda y que los números cuadren.
Si bien es cierto, existe una realidad fiscal poco halagüeña que debe ser atendida en forma rápida, no debe de olvidarse que el objetivo de la política fiscal es la búsqueda de mejores condiciones para la población, con especial atención en aquella que vive en situación de precariedad. Es por eso que los esfuerzos por lograr acuerdos de ajustes fiscales deben estar dirigidos al cierre de brechas en el gasto social y una mayor efectividad, primordialmente, antes de pensar en buscar números con que unos pocos se sientan contentos.
Por tanto, a pesar que se puedan lograr mejoras en la transparencia y eficiencia del gasto; se debe reconocer la necesidad imperiosa de obtener ingresos fiscales adicionales. Sin embargo, no debe olvidarse que, recordando lo establecido en la propia Constitución de la República, los mayores esfuerzos fiscales, deberán responder al principio de capacidad de pago: que paguen más, los que más tienen.
Un potencial aumento del IVA, es una de las recomendaciones que más salta a la luz. Si bien, con esto se generarían ingresos adicionales en el corto plazo –como lo hizo en Honduras, al pasar del 12% al 15%-, se estaría aumentando la regresividad impositiva que ya existe en un país en donde cerca del 60% de los ingresos se obtienen por medio del cobro de impuestos indirectos. Esta medida estaría quebrantando el principio de pago anteriormente enunciado, dejando el peso del ajuste fiscal sobre los hombros de los grupos sociales de menores ingresos.
Esto hace que tomen relevancia las sugerencias referidas al impuesto predial y el impuesto al patrimonio (El Salvador es el único país de C.A. que no aplica dicho impuesto), que junto a la exploración en la aplicación de otros impuestos no considerados, como un impuesto a los bienes de lujo o suntuarios, podrían producir un beneficio rápido. Sin olvidarnos de una indispensable revisión de los privilegios fiscales existentes y una mejora en la administración tributaria que tienda a reducir el nivel de evasión fiscal existente.
Saliéndome un poco del tema fiscal, es difícil compartir que el único camino para ganar productividad, como lo sugiere el FMI, sea la contención del salario mínimo. Esta también puede obtenerse por medio de la eliminación de privilegios para forzar una mayor competencia, la reducción del costo de las empresas al mejorar el clima de seguridad, y la formación de infraestructura social y productiva.
En términos generales, más allá de la pertinencia en las sugerencias puntuales realizadas por el FMI en materia fiscal, lo que es rescatable es el sentido de urgencia, en el que tácitamente se invita a dejar las diferencias filosóficas existentes y la polarización política que durante muchos años ha dificultado encontrar el camino para establecer los acuerdos que permitan la atención de las necesidades crecientes de la población. Por otro lado, se agradecen las recomendaciones del Fondo, pero como país, no podemos acatarlas al pie de la letra; y mejor, debemos recordar que la receta a la solución de los problemas de los salvadoreños, debe generarse por los salvadoreños.
Esta columna fue publicada el 12 de mayo de 2016 en diario El Mundo de El Salvador