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El SICA: una crisis para el cambio

Centroamérica es una zona con una enorme riqueza natural y multicultural, pero también una zona que comparte exclusión y pobreza. De los más de 45 millones de personas que habitan en la región, cerca del 59% de los centroamericanos vive en condiciones de pobreza, mientras un 15% vive en la indigencia; aproximadamente siete de cada diez no está afiliado a la seguridad social reflejando la precariedad de los empleos, mientras que un 25% no tiene acceso a ningún tipo de servicio básico de salud, y casi el 90% de la población mayor de 60 años no cuenta con una pensión. El 94% de los indigentes y el 87% de los pobres centroamericanos se concentran en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, reflejando las diferencias en la arquitectura del bienestar de estos países con respecto a lo logrado en Costa Rica y, en menor medida, en Panamá. En casi todos los indicadores el rostro de los excluidos, de los vulnerables, es un rostro rural, indígena y de mujer.

 Ante esta realidad, la integración regional es una posibilidad como instrumento cohesionador que permita mejorar las condiciones actuales de la región. En cuanto a esto, como lo plantea Alfredo Guerra-Borges, Centroamérica tiene una larga tradición de unidad y dispersión. En la época moderna la región fue precursora en temas de integración al constituir el Mercado Común Centroamericano en la década de los sesenta. En los noventa se creó el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que sustituyó a la Organización de los Estados Centroamericanos (ODECA), pero los avances han sido insuficientes.

La premisa para que un proceso de integración tenga éxito es la voluntad política de quienes lo integran, pero sobre todo la apropiación del proceso de parte de la ciudadanía. Y hasta la fecha se ha tenido muy poco de ambos elementos. Para muestra un botón, después de tantos años no se ha logrado concretar la unión aduanera y qué decir del libre tránsito de mercancías y sobre todo de personas. Para quienes les toca pasar frecuentemente por las fronteras de los países de la región saben lo engorroso y complicado que puede ser trasladarse a un país vecino.

Cuando se estudia los órganos ejecutivos y los técnico-administrativos se puede concluir que como ha funcionado hasta ahora el SICA, los avances han sido más en las instancias técnicas que en las políticas. Es decir, pareciera que hay que convencer nuevamente a los países, y especialmente a sus gobernantes, de la importancia de la integración regional, pues mientras no vean los beneficios que esto contrae, poco se podrá avanzar para tener una Centroamérica verdaderamente unida.

Como si fuera poco el anuncio reciente de parte de Costa Rica sobre abandonar cualquier espacio político dentro del SICA, como consecuencia de la crisis migratoria que se está viviendo con los ciudadanos cubanos, es un duro revés para las aspiraciones integracionistas; situación que deja al descubierto las diferencias que existen entren los países centroamericanos. No obstante, como cualquier crisis es una oportunidad de cambio.

Una oportunidad de hacer una reingeniería, de replantearse el papel de instituciones tales como el Parlacen, que hasta ahora ha sido un elefante blanco; pero también de políticas. Por ejemplo, se debe frenar la carrera a fondo, entre los países centroamericanos, en el otorgamiento de privilegios fiscales para intentar atraer inversión, pues en esa lucha feroz, todos salimos perdiendo. Además, las instituciones de integración de Centroamérica, deben jugar un papel preponderante que hasta ahora han jugado muy poco. Deben convertirse en los canales que permitan viabilizar los compromisos y objetivos regionales en temas como cambio climático, la agricultura, la infraestructura, la seguridad y la justicia, los  aranceles, entre otros.

Un proceso de integración viable, política y financieramente, puede repercutir en tener una Centroamérica verdaderamente unida con mayor peso y voto en el concierto internacional; pero sobre todo en ofrecer mejores condiciones a su población.  Ojalá todo esto sea más que un simple deseo de Nochebuena. 

Esta columna fue originalmente publicada el 24 de diciembre en el diario El Mundo de El Salvador.