
el estado

¡Paren el mundo que me quiero bajar!, diría la pequeña gran Mafalda frente a todo lo que pasa en Centroamérica. La Semana Santa, aunque no es una parada, brinda la posibilidad de descansar y/o reflexionar. Por lo menos para quienes tenemos el privilegio de poderlo hacer. Hay quienes aprovechan a viajar al interior del país o al extranjero; pero también hay miles que en estos momentos forman parte de una nueva caravana de migrantes que no dormirán ni en un hotel ni comerán en algún restaurante.

Nelson Mandela, premio Nobel de la Paz 1993, afirmaba que «la pobreza no es un accidente sino que, como la esclavitud y el apartheid, una creación del hombre y puede eliminarse con las acciones de los seres humanos». Siendo así, para el caso de El Salvador debemos cuestionarnos, ¿qué tipo de seres humanos nos han gobernado? ¿Qué sociedad tenemos y qué calidad de ciudadanos?

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, establece la Declaración Universal de Derechos Humanos. En nuestro país esa premisa se aplica dependiendo de quién eres, dónde vives y, sobre todo, cuánto tienes. Día a día somos testigos, o quizá cómplices, de cómo el Estado salvadoreño incumple sus obligaciones de garantizar que los derechos humanos se disfruten sin discriminación y, de respetarlos, protegerlos y realizarlos. Una realidad que se ha normalizado.

El tributo representó el 45.8% de la recaudación acumulada a junio de 2017, por lo que requiere mucha atención de las autoridades fiscales.