

Un cuento fiscal de Navidad
Había una vez un gobierno de un pequeño país...
...que se caracterizaba por su vanidad y su desdén por la democracia, siempre buscaba aparecer en los titulares como el primer país en hacer algo, aunque esto no beneficiaba en nada a la población; aprovechaba sus redes sociales para compartir las mejores fotos y videos de sus funcionarios, ocultando así su incompetencia y prácticas corruptas; y, utilizaba los medios de comunicación públicos para reproducir propaganda que les hiciera quedar bien frente a sus electores y hacerles olvidar de que sus condiciones de vida y sus derechos eran cada vez más precarios y vulnerables. Pero llegó una Navidad en la que algo extraño sucedió, al gobierno lo visitó un fantasma, era nada más y nada menos que el fantasma de las dictaduras que habían dominado el pequeño país en décadas pasadas, le dijo que estaba ahí para hacerlo recapacitar de que su forma de gobernar y su empeño en destruir la democracia se traduciría en más sufrimiento para la ciudadanía. A la visita de ese fantasma le siguió la visita de otros tres.
El primero de ellos fue el fantasma de los gobiernos pasados, este le contó que aunque cada quinquenio cambiaba el color de su ropa siempre llegaba al poder aprovechándose de las necesidades y anhelos de la población, prometiendo cambios, pero desechando cualquier promesa electoral al momento de gobernar. El fantasma del pasado confesó que rara vez tomaba decisiones basadas en planes estratégicos para el desarrollo del país, que en su lugar primaba la utilización de lo público para beneficiar intereses particulares. También le reveló que una de sus prácticas recurrentes era la corrupción, con la que se adueñaba ilegítimamente de los recursos que provenían de los impuestos que pagaba la ciudadanía y que deberían haber servido para que esta gozara plenamente de todos sus derechos. El fantasma le compartió que cuando las personas se cansaron de todos sus abusos, empezaron a repudiarlo y buscaron esperanza en otros colores y banderas.
El segundo de los fantasmas le mostró al gobierno su propio actuar. Le expuso cómo sus acciones destruían las instituciones democráticas, eliminaban la separación de poder y cerraban los espacios de participación para que la ciudadanía exigiera sus derechos. También le señaló que al mismo tiempo que le otorgaba más poder al ejército, negociaba a escondidas con criminales, defendía a los funcionarios corruptos, se dedicaba a “chivear” con el dinero público, atacaba a cualquiera que se atreviera a señalar errores o a cuestionar, y se dedicaba a pelear con otros países - vecinos, viejos aliados y socios comerciales-, las personas que habitaban el pequeño país debían enfrentar más pobreza, más desigualdad y más inseguridad, incluso, en muchos casos las personas decidían mejor separarse de sus familias y buscar oportunidades en otros países.
El último de los fantasmas le mostró al gobierno el futuro. El gobierno esperaba que este fuera un futuro brillante, en el que el país fuera un referente mundial y sus funcionarios fueran venerados por los habitantes, pero el fantasma mostró una realidad futura completamente diferente. En el pequeño país había mucha hambre y mucha pobreza, las personas se lamentaban del momento en el que habían tolerado, e incluso defendido las prácticas autoritarias del gobierno. Y aunque la propaganda y la publicidad gubernamental trataban de convencer a las personas que todo estaba bien, era obvio que los únicos que estaban bien eran los funcionarios del gobierno y sus familias. El gobierno era considerado el peor error en la historia nacional y era un referente mundial de cómo destruir las posibilidades de desarrollo de un país.
¿Cómo termina la historia del gobierno de ese pequeño país? Hay dos posibles finales. Uno pesimista en el que el gobierno ignora la visita de los fantasmas, sigue ensimismado con su vanidad, se condena a sí mismo al fracaso y a sus habitantes a una mayor pobreza y desigualdad. Pero también puede haber un final más optimista en el que el gobierno reflexiona, reconoce sus errores, asume sus culpas, corrige su rumbo, da paso a la reconstrucción de la democracia en el país y gobierna con el único propósito de garantizar los derechos de toda la población.
Lourdes Molina Escalante // Economista sénior / @lb_esc
Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo, disponible aquí.