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Niñez y adolescencia salvadoreña: ¡3.7 millones de oportunidades!

Es probable que usted haya escuchado decir que en El Salvador la juventud es mayoría y que, al mismo tiempo, son ellas y ellos el presente y el futuro del país. Ambas afirmaciones son correctas, pues casi seis de cada 10 salvadoreños somos personas menores de 30 años, al mismo tiempo que nuestras contribuciones sociales y económicas, así como nuestra potencialidad para contribuir a forjar un mejor país están a la vista.

Los economistas insisten en que la combinación entre una población joven y su potencialidad abre una ventana de oportunidad para el desarrollo económico de El Salvador. Precisamente, esto es lo que se conoce como bono demográfico. Este bono se presenta cuando la cantidad de personas en edades potencialmente productivas (16-64 años) crece más rápidamente que la cantidad de personas en edades con necesidad de cuido (menores de edad y adultos mayores) y se va extinguiendo a medida la población envejece. Así, la historia del desarrollo nos dice que este período es particularmente favorable para elevar las tasas de inversión y ahorro de una economía y para sentar las bases de una democracia más igualitaria. Datos para El Salvador muestran que desde la década de 1960 el número de personas entre 16 y 64 años de edad ha crecido más rápido que la cantidad de personas menores de edad y adultos mayores, y lo continuará haciendo hasta la década de 2030, período a partir del cual el número de personas en edades con necesidad de cuido crecerá más rápidamente como consecuencia del envejecimiento poblacional.

Se lo digo más simple: ¡Nuestro país disfruta de un momento poblacional favorable! Sin embargo, los beneficios económicos y sociales de contar con una población joven no son automáticos, más bien, los países que lo disfrutan están llamados a tomar medidas de política pública que permitan sacar el mayor provecho de esto.

El éxito de muchas sociedades en el aprovechamiento de sus jóvenes está muy relacionado con la inversión en educación, salud y nutrición, pues esto garantiza en el corto plazo el cumplimiento de los derechos de los niños, niñas, adolescentes y una mejora de la gobernabilidad democrática; y en el mediano y largo plazo permite contar con una población adulta con mayores niveles de escolaridad y más saludable, lo que les permitirá a ellas y ellos realizarse como personas y contribuir colectivamente a la generación de mayor valor agregado en la economía. De la misma forma, una población adulta más productiva nos permitirá generar mayores recursos para asegurar los derechos de nuestros padres, madres, hermanas y hermanos e incluso ¡nuestros propios derechos cuando seamos adultos mayores!

¿Está El Salvador implementando políticas para aprovechar la potencialidad de su bono demográfico? Tristemente no. Para muestra un botón… o mejor dos: Se estima que aproximadamente uno de cada tres niñas, niños y adolescentes no asiste a un centro escolar y que 140,700 niñas, niños y adolescentes se encuentran en condición de trabajo infantil. A pesar de estos datos, parece que como sociedad continuamos haciendo oídos sordos. Según el proyecto de presupuesto aprobado para 2017 la inversión en educación será USD6.4 millones menor a la inversión aprobada en 2016. Más aún, la inversión pública en niñez y adolescencia planteada en el presupuesto aprobado de 2017 es aproximadamente USD 17.5 millones menor a la de 2015.

Desafortunadamente el Estado salvadoreño está aplicando un enfoque de austeridad en el gasto público reduciendo, entre otros, los recursos destinados a asegurar los derechos de la niñez y adolescencia del país. Piénselo y se dará cuenta que estamos dilapidando un momento irrepetible para sacar mayor ventaja de nuestro bono demográfico, el cual, debido a las dinámicas poblacionales, no se volverá a presentar en el futuro.

Pero no todo está perdido. Si invertimos cada vez mayores recursos en nuestras niñas, niños y jóvenes contaremos con 3.7 millones de oportunidades para enfrentar los desafíos económicos y sociales que nos impondrá el progresivo envejecimiento poblacional. Que no se quede atrás ni uno solo, que ninguno se pierda en las calles. Que todos lleguen a la escuela, bien comidos y sanos: ese es nuestro mayor reto como salvadoreños.

Esta columna fue publicada en El Mundo el 2 de febrero 2017