Mujerismo y machismo: dos caras de la misma moneda
Hace varios años en una capacitación sobre igualdad laboral, me preguntaron sobre el criterio que debe primar al momento de promover o contratar personal en una entidad comprometida con la equidad de género. Planteaban el caso hipotético de un hombre y una mujer con perfiles profesionales con igual puntaje, variando al momento de la entrevista: la mujer mostraría una actitud conservadora y confrontativa, mientras que el hombre una actitud conciliadora y progresista.
En mi respuesta expliqué distintos aspectos de contexto a considerar, además de un análisis de los parámetros evaluativos que habrían llevado a dicha conclusión y la garantía de que el comité de selección estuviera integrado por personas idóneas, capaces de valorar imparcialmente y sin prejuicios misóginos las actitudes de las personas postulantes. Luego, bajo el supuesto que se descartara algún sesgo (implícito o explícito) en la valoración, lo correcto sería seleccionar al hombre, pues de lo contrario se incurriría en simple y llano «mujerismo».
Por las reacciones a mi respuesta, noté la gran confusión que existe respecto a las acciones afirmativas y en general, respecto a la equidad de género, pero fundamentalmente sobre la diferencia entre «feminismo», «mujerismo» e incluso «hembrismo» (éste último término, originado de sectores conservadores recalcitrantes, en el que en esta ocasión no profundizaré). Con el paso de los años y en distintos países y ámbitos, incluso en aquellos que se jactan de favorecer la equidad, he observado que no se trata tan sólo de una confusión o desconocimiento, sino que también de una interpretación discrecional e incluso, utilitaria o perversa a fin de apropiarse del discurso feminista, manipularlo y reducirlo.
Para muestra, en el marco del actual periodo de contienda electoral por la Presidencia que se esperaría sea la oportunidad para cerrar la brecha de género en la política en El Salvador, he visto diversas campañas que incentivan por un gabinete 50/50 y además destacan que en la historia del país únicamente hemos tenido una mujer Vicepresidenta. Me pregunto ¿cuántas y qué mujeres se sintieron representadas por Ana Vilma de Escobar? ¿Cuántos y qué hombres? Aunque comparto que debemos reducir la brecha, me preocupa que el mensaje se limite a exigir cantidad, sin hacer referencia a la calidad de las candidaturas de las personas con independencia de su sexo biológico.
Me preocupa que este tipo de campañas se vuelvan el caldo de cultivo para que ciertos partidos políticos postulen candidatas sólo con la intención de obtener el voto femenino (preocupándose por la forma y no por el fondo), o incluso algunas candidatas apelen al voto de las mujeres desde posicionamientos totalizadores (tratándonos como colectivo homogéneo), sexistas (exigiendo solidaridad y ofreciendo empatía sólo por el hecho biológico de ser mujer), y en general, se vuelva una espiral de acciones contrarias a la igualdad de género promovida desde el feminismo.
Es urgente elegir servidoras y servidores públicos feministas y no «mujeristas» y mucho menos «machistas». No se trata de una lucha de bandos, sino de elegir personas que actúen como agentes de cambio y promuevan una ciudadanía plena para todas las personas en condiciones de igualdad y a lo largo de su ciclo de vida; además de una transformación de mentalidades, así como la erradicación de la base material del patriarcado (la división sexual del trabajo), y la ruptura con la cultura política tradicional que actualmente impone la supremacía y dicotomía de «lo masculino» sobre «lo femenino» en los ámbitos público y privado, y sobre la propia vida y cuerpo de las mujeres.
Para ello, como ciudadanía tenemos el reto de exigir políticas y finanzas públicas que reconozcan la diversidad y el carácter estructural, transversal e interseccional de la desigualdad, y que garanticen un reparto justo y equitativo de los recursos con base en las necesidades de las personas. Además de un Estado laico y la construcción de una sociedad que repudie la «ideología patriarcal», que en la actualidad se oculta tras la máscara amable de las acciones «mujeristas», mientras reproduce el machismo y sataniza el feminismo.
Esta columna fue publicada el 29 de septiembre de 2018 en el diario El Mundo de El Salvador