

La línea
La Línea corresponde al título de un libro infantil, creado en Argentina por Beatriz Doumerc y Ayax Barnes en 1974. Trata de cómo a través de una simple línea azul, construida a partir de una sucesión de puntos, las personas (mujeres y hombres) pueden cambiar la historia para bien o para mal, para construir, deconstruir o para destruir. Así, el libro retrata la capacidad de las personas para transformar; para gozar de su autonomía y de su libertad; y, para ejercer el poder de vencer los males y fundar un mundo nuevo que integre a todos en igualdad.
Este libro, que es reconocido por su importante metáfora social, parte de la siguiente idea fuerza: «una línea es una sucesión de puntos. La historia, una sucesión de hechos. Los puntos hacen la línea. Los hombres hacen la historia». Si lo aplicamos a El Salvador, podríamos preguntarnos ¿qué líneas hemos trazado para transformar el país y a qué dirección apuntan?
Desde el campo de las políticas públicas las respuestas más recientes las encontramos en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y en el Plan Cuscatlán. La primera porque contiene los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a los que, en 2015, más de 150 jefes de Estado y de gobierno (incluyendo el Estado salvadoreño) se comprometieron para atender al llamado mundial para adoptar medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad. El segundo, porque define el plan de trabajo del presidente Bukele, quien resultó electo en las elecciones generales celebradas el 3 de febrero en El Salvador.
Así, desde el 1 de junio Nayib Bukele es el principal responsable para que estas dos grandes líneas confluyan; pero fundamentalmente, para lograr que dichas aspiraciones políticas se vuelvan una realidad. Es aquí donde entra a actuar la política fiscal como la tercera gran línea bajo la responsabilidad del presidente, en la medida que la disponibilidad y adecuada distribución de los recursos públicos determinan la capacidad para dar el salto de lo ideal a lo real.
Por tanto, a más de dos meses de que iniciara el nuevo gobierno y, sobre todo, a menos de 30 días para que venza el plazo (establecido en Ley de Responsabilidad Fiscal) para que el presidente Bukele someta ante el Consejo de Ministros (para su correspondiente aprobación) las bases de la política fiscal que aplicará durante su administración; es necesario que como ciudadanía le exijamos al presidente que inicie el proceso político para lograr el pacto fiscal que prometió en su Plan Cuscatlán.
Es urgente que le exijamos que someta a consulta ciudadana las medidas que definió en su plan de trabajo (entre otras, la implementación del impuesto a los flujos de efectivo, la aplicación del impuesto predial, el establecimiento de la renta mundial para personas naturales, la incorporación de tasa global de renta, el gravamen de tierras agrícolas ociosas, la integración de la Ley General de Incentivos Fiscales para la producción y el empleo, el IVA diferenciado, la conversión de la deuda de corto y mediano a largo plazo), a fin de que como sociedad tracemos conjuntamente la línea que posibilite el logro de las aspiraciones sociales y la garantía de su viabilidad y sostenibilidad fiscal. Estas exigencias son necesarias para que, como ciudadanía activa, marquemos el rumbo de la historia que queremos y merecemos por derecho.
Ana Cevallos
Economista investigadora
Esta columna fue publicada el 6 de agosto en El Mundo