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El cambio climático y la necesidad de la representación centroamericana

Según el índice de Riesgo Climático, en 2021 Centroamérica se encontraba entre las regiones más vulnerables, específicamente, Guatemala es el país centroamericano con mayor riesgo mientras que le siguen de cerca El Salvador, Nicaragua y Honduras.

En estos días en los que se celebra la Conferencia número 26 de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), en Glasgow, Escocia, algunos signatarios se están comprometiendo a eliminar gradualmente el uso de carbón y buscar formas más amigables con el medio ambiente, pues es considerado uno de los combustibles fósiles más contaminantes motivo vital que se abandone su uso para lograr los objetivos climáticos mundiales. Por su parte, como región centroamericana se presentaron posturas, reconociendo la alta vulnerabilidad y riesgo de los países en cuestión, también se destacó la participación del presidente de Costa Rica en la promoción de iniciativas y acciones que ya realiza este país para afrontar el cambio climático.    

Al respecto, es conveniente conocer algunas cifras para entender la magnitud y la importancia; según expertos, el dióxido de carbono (CO2) es una de las causas principales del efecto invernadero y por ende es considerado capaz de modificar la dinámica climática global y del cambio climático. Y la quema de combustibles fósiles como el carbón es uno de los mayores causantes de la emisión CO2.  Movido por las actividades industriales principalmente de los países más desarrollados, de esto que según el Global Carbon Atlas 2021, países como China (10,668 MtCO2), Estados Unidos (4,713 MtCO2), India (2,442 MtCO2), Rusia (1,577 MtCO2)  y Japón (1,031 MtCO2) aportaron más del 60.0 % de todas las emisiones de CO2 de 2020;  de los más de 200 territorios evaluados, se constituyen los 5 principales países con mayor emisión en el mundo. Por otro lado se encuentra la región centroamericana, que si bien se queda lejos en cuanto a emisiones CO2 en comparación a estos países, tiene intereses muy cercanos para que estas cifras se reduzcan. Los 6 países generaron  unas 58.5 MtCO2 conjuntamente en 2020 y el 0.17% del total, como se observa en la tabla 1, las posiciones en cuanto a emisiones están entre la 88 (Guatemala) y la 131 (Nicaragua).

Tabla 1: Emisiones dióxido de carbono (CO2).  5 principales países emisores y Centroamérica, según puesto global y cantidad de emisión en millones de toneladas anuales. 2020. 

Como se mencionó, existen motivos sumamente importantes para que las autoridades tomen activamente acciones dentro de estos acuerdos, pues somos una de las regiones más afectadas debido a los efectos del cambio climático, estas cifras llevan implícito el mantener en riesgo a millones de vidas humanas, incuantificables pérdidas económicas, hambre y pobreza.  Según el índice de Riesgo Climático (CRI, por sus siglas en inglés) —que  indica un nivel de exposición de vulnerabilidad a eventos extremos, que los países deben entender como alertas para estar preparados para eventos más frecuentes y/o más severos en el futuro—, en 2021, analizados datos de 180 países entre los años 2000 a 2019, Centroamérica se encontraba entre las regiones más vulnerables, específicamente, Guatemala es el país centroamericano con mayor riesgo ubicándose en promedio en el puesto 16, mientras que le siguen de cerca El Salvador (28), Nicaragua (35) y Honduras (44). 

Tabla 2: Índice de riesgo climático para 2000-2019.

En la presente cumbre, además de buscar comprometer a los países, principalmente a los mayores productores de estas emisiones, también se busca conjuntamente mitigar, adaptar y financiar acciones para países y territorios que no pueden sostener y modificar sus capacidades energéticas por unas más renovables y quienes al final son en gran medida los más afectados por las embestidas climáticas.  

En este punto y al respecto, es importante reflexionar sobre lo que se ha venido haciendo en los países y no solo de la región y sobre lo que conviene hacer; durante los últimos años se han utilizado herramientas de la economía ambiental, principalmente los instrumentos de política pública, para resolver fallas ambientales que el mercado por sí solo no detecta dentro de las actividades económicas, estos instrumentos principalmente han sido impuestos y subsidios, sin embargo estas alternativas, han construido patrones como los de  “pagar por lo dañado” o bien “pagar para dañar”, es sabido y confirmado que las ganancias desorbitantes de algunos sectores económicos de grandes corporaciones les han permitido pagar el precio del daño ambiental que realizan. O bien, como ha sido el caso en los países de la región, empresas se han valido de la legislación y de sus vacíos, para incluso no pagar (o hacerlo en cantidades bajas) por el uso (saqueo) y deterioro de los recursos locales, y que también mucho de estos recursos económicos captados se han perdido por la corrupción, ni siquiera llegando a su objetivo final.

Sin embargo, la realidad también nos dice, que ninguna cantidad ha sido suficiente para revertir ese daño ambiental, ni el social, o el ocasionado en la salud de las personas, el riesgo a catástrofes, etc. Para el pesar de todos, tenemos la necesidad de acciones que no solo se limiten a las externalidades, a mitigar o adaptar,  y adelantarnos hacia aquellas acciones más ecológicas que modifiquen los sistemas de producción, que se modifiquen los conceptos de crecimiento y desarrollo y que vayan encaminadas a  cambiar los patrones de consumo de las grandes multitudes de forma sostenida, es decir, que se cambien paradigmas. Ya no hay tiempo y queda en la mano de los y las gobernantes, de las empresas, las grandes corporaciones, de las organizaciones y de los dirigentes del mundo elaborar el plan de rescate, de destinar recursos suficientes para esta lucha de cambio, somos una región muy vulnerable, la historia y las estadísticas nos ponen en evidencia. 

 

Sucely Donis Bran // Economista investigadora / @SucelyDonisB

Esta columna fue publicada originalmente en Gato Encerrado, disponible aquí.