Determinante “genético” de las finanzas públicas
Estos días no he podido evitar sentirme perpleja al meditar que en pleno siglo XXI siguen habiendo personas para quienes la igualdad de género es una utopía, un asunto exclusivo de mujeres, un discurso anti valores familiares, una apuesta comunista, una imposición cultural, un tema más sociológico que político y, sobre todo, que económico.
Pero me llama especialmente a reflexión el hecho de notar el predominio de estas ideas también en el ámbito profesional. He tenido la oportunidad de interactuar en distintos espacios y, en algunos de ellos, pareciera pensarse que quienes nos dedicamos a temas de igualdad de género no tenemos nada qué decir en materia de pensiones, ni de gasto público, ni de ingresos tributarios ni de deuda pública: pareciera que la igualdad de género tiende a ser vista como ajena a todo ello.
Al reparar en esta situación, como economista dedicada a temas de finanzas públicas, me pregunto, ¿a qué pensarán que me dedico? Especulo en primera instancia que, el enfoque de género en el ejercicio profesional (y cuando las especialistas somos mujeres) tiende a ser encasillado en temas como violencia, empoderamiento, derechos sexuales y reproductivos, economía del cuidado, etc. En segundo lugar, que todas estas áreas se consideran desconectadas de las finanzas públicas. Y en tercero, que la condición de especialista en estos temas pareciera ser atribuida al hecho de ser mujer más que a una trayectoria formativa y de trabajo.
Por tanto, sin haberlo intentado, tengo la impresión que, de buscar en algún momento alguna oportunidad laboral en el sector público de El Salvador, concretamente en el Ministerio de Hacienda, seguramente mi perfil no encajaría y, de hacerlo, sería una sola golondrina que no hace verano. Por el contrario, presiento que sería mucho más factible lograr algún espacio en el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (Isdemu) o bien en la Secretaría Técnica de la Presidencia, también en el Ministerio de Salud o el Ministerio de Educación, por mencionar algunos.
No obstante, sin minimizar el aporte de dichas instituciones a la igualdad de género, considero que no podemos hablar de ese tema sin ubicarlo en el corazón de las finanzas públicas. Sobre todo en El Salvador, considerando que la política fiscal constituye el principal instrumento para incidir en la economía y sus sectores. Si la política fiscal conformara un ser humano, seguramente la igualdad de género debiera ser el «ADN» determinante de sus características, ya que responde a un modelo de sociedad y lo perfila. Lamentablemente, por distintas razones (que de forma optimista, diría que obedecen más a un desconocimiento en la materia), una buena parte de profesionales que se dedican a estos temas se resisten a esta idea.
De esta forma, la mayoría de análisis obvia que nos encontramos en una sociedad basada en la división sexual del trabajo, en cuya lógica predominante las mujeres asumen el trabajo de cuidados (no remunerado), mientras que los hombres el trabajo productivo (remunerado); en consecuencia, cualquier medida, por el lado del gasto público o por el lado de los ingresos fiscales, no resulta neutral y provoca efectos diferenciados.
Por ejemplo, se tiene documentado que una ausencia del Estado incide en la esfera familiar, demandando el trabajo no remunerado de las mujeres para suplir la carencia de bienes públicos vinculados al cuidado. Por otro lado, se tiene comprobado que estructuras impositivas regresivas afectan en mayor medida los ingresos de los hogares más pobres o monoparentales, ámbitos ampliamente feminizados.
Valga concluir que no es necesario ser feminista (aunque sería lo ideal) para ceñirse a razones económicas, de eficiencia y sostenibilidad y entender que éstas sólo pueden lograrse en una sociedad donde la igualdad aporte las características «genéticas» de la política fiscal, proveyendo un sistema de impuestos y prestaciones cuyos impactos fomenten el reparto equitativo del trabajo productivo y de cuidados y, por ende, la distribución del poder en los espacios públicos y privados entre hombres y mujeres.
Esta columna fue publicada originalmente el miércoles 13 de noviembre de 2017 en el Diario El Mundo de El Salvador