¿Celebramos la reducción de la desigualdad en El Salvador?
¿Sabe usted cuál fue el país con menor desigualdad de ingresos en América Latina en 2015? Le contesto: fue El Salvador. Sí, así como lo lee: El Salvador. Según información de la Base de Datos Socioeconómicos para América Latina y el Caribe (SEDLAC), el coeficiente de Gini —el indicador más utilizado para medir desigualdad de ingresos— del país se ubicó en 0.408 en 2015, superando incluso a países como Uruguay (0.417) y Costa Rica (0.481) —como usted sabrá cuando el Gini está más cerca de cero es indicación de una menor inequidad. De hecho, El Salvador es uno de los países latinoamericanos que más ha reducido su desigualdad de ingresos en los últimos 15 años. Esto parece ser una buena noticia; sin embargo, un análisis más detallado invita a ser cauto.
Dejando de lado las limitaciones técnicas del coeficiente de Gini y de las encuestas de hogares —a partir de las cuales se obtienen los indicadores de desigualdad— tomemos como cierto que la desigualdad de ingresos se ha reducido en el país y en América Latina. Numerosas investigaciones se han producido con el afán de responder el por qué de esta tendencia. La mayoría de análisis indican que la reducción de la desigualdad de ingresos se debe principalmente a una caída de la desigualdad salarial, siendo que el salario es el principal componente del ingreso de los hogares. Ahora bien, dichos estudios señalan que la disminución de la desigualdad salarial se debe principalmente a una caída en el retorno de la educación —indicador que mide los incrementos salariales que una persona obtiene por un incremento en su escolaridad— en los niveles educativos primario, secundario y terciario. Los datos parecen corroborar que este es el caso de El Salvador.
En el país los sueldos y salarios representan, aproximadamente, un 63% de los ingresos totales de los hogares, por lo que un cambio en su distribución puede afectar de forma importante la medición de la inequidad de ingresos. De hecho, en los últimos 15 años se evidencia una reducción importante de la desigualdad salarial, por ejemplo, el coeficiente de Gini aplicado a sueldos y salarios disminuyó de 0.504 en el 2000 a 0.439 en el 2014. Por otra parte, datos del SEDLAC muestran que en El Salvador los retornos de la educación han disminuido. En 2007 un hombre y una mujer que hayan completado la educación superior ganarían un 93.2% y un 95.7% más que un hombre y una mujer sin educación terciaria, respectivamente. Mientras que para el 2014 el retorno para hombres con educación superior sería de 67.4% y para mujeres de 67.8%.
Parte importante de las investigaciones sobre desigualdad en América Latina —incluido El Salvador— concluyen que la disminución de los retornos de la educación podría deberse al incremento en el mercado laboral de personas con más estudios, frente a una demanda laboral insuficiente para absorberlos. Esto quiere decir que la reducción de la desigualdad de ingresos en El Salvador estaría siendo explicada en mayor medida por una reducción en la desigualdad salarial, que a su vez es explicada por una menor rentabilidad de estudiar, siendo esta última consecuencia de la poca capacidad del mercado laboral formal de absorber a una población cada vez más educada. Por esta razón, la presumible reducción en la desigualdad que el país ha experimentado en el último tiempo no es del todo un motivo de celebración.
Sin duda, una conclusión de este tipo plantea retos importantes para la política pública. Por una parte, las políticas sectoriales que incentiven el crecimiento inclusivo y la creación de empleos formales de calidad son clave para absorber la cada vez mayor cantidad de profesionales. En este sentido, la Política Nacional de Fomento, Diversificación y Transformación Productiva es una herramienta clave. Por otra parte, la aplicación de políticas fiscales progresivas y la creación de redes de protección social pueden asegurar una reducción sostenible de los niveles de desigualdad que no desmejore el bienestar de los hogares salvadoreños.
Esta columna fue publicada originalmente el 12 de mayo en diario El Mundo de El Salvador